sábado, 3 de septiembre de 2011

Te conozco de cuando eras árbol



¿Cómo es posible que alguien como yo haya dejado entrar en su casa 
a una mujer desconocida en una noche de tormenta?
¿Cómo es posible que alguien como yo
no haya podido
no haya querido
desviar la vista del hueso de la cadera
ése que asomaba bajo el borde desbastillado de la camiseta 
y sobre la pretina de la falda floreada?
Es posible que yo la deseara. 
Es posible que yo también la deseara.
Convalecer es un verbo que me produce escalofrío. 
Dije: pensaba en ti y agucé el oído.
Convalecer es un verbo que atestigua lo que escapa.
Mencioné algo sobre abolir la transparencia.
Una cierta desmesura. 
Mencioné algo sobre pelícanos. Su vuelo. La ingravidez.
Es posible que yo estuviera por desaparecer o desapareciendo.
Como un país que se parece más a sus nubes. 
Como un par de forajidas.
Es posible, sí, que hubiese sido yo quien envió esos telegramas, quien atestiguó el umbral y la puerta que se abrió y la mirada sobre el borde y la pretina ¿qué océano es éste?
Sólo un desaparecido podría llegar de la manera en que ella.
Es posible que yo te deseara justamente por eso
la imprecisión de tu llegada / ése no saber de ti misma
la forma en que al desaparecer tú
desaparecía todo.
Es posible que la mujer que no pudo desviar su vista fuese también yo. 
Me di cuenta cuando nos miramos.
Me di cuenta cuando no pude o no quiso desviar su mirada de mi cadera, del borde desbastillado y la pretina floreada.
Es posible que esa mujer fuese yo cuando fui el limbo a donde llegaban los heridos de muerte que, sin embargo, no podían morir.
Convalecer es un verbo plagado de fisuras.
Convalecer no es, en modo alguno, redimir.
Dije: me gustaría culpar a Amparo Dávila por esto. 
Me gustaría culpar a Juan Escutia.
Cualquier cosa sirve para negar la realidad.
El primer recuerdo en el que aparece el yo es el recuerdo de una pérdida. 
Un extravío. 
El primer recuerdo es un discurso vacío. 
Yo estoy perdida, dije.
Me gustaría culpar a la mujer desconocida que dejé entrar a mi casa una noche de tormenta. Me gustaría convalecer como quien se culpa a sí mismo de una falta no cometida.
Es posible que yo estuviera mirándome escribir todo esto mientras balbuceo algo sobre pelícanos y fisuras. Es posible que yo estuviera balbuceando algo sobre escribir acerca de pelícanos mientras las fisuras, mientras el deseo, mientras la escritura.
No me trajo la casualidad. También soy esa que habla por mí. La que miro, invisible, desde la esquina de un limbo artificial. También soy la que no sabe que ahí.
Es posible también, que yo hubiera revisado los archivos todos. 
Que extrajera el historial clínico de un hombre efímero.
Convalecer es un verbo que aísla.
Nadie había escuchado reírse de tal manera a los moribundos.
Me gustaría culpar a las Urracas.
Me gustaría decir que fueron en realidad las Emisarias las que Incrédulas.
Convalecer es un verbo que conmina.
No se pueden hacer muchas cosas sobre la cama de un hospital.
Hablar de la lluvia como quien escucha un eco de tacones sobre la escalera.
Hablar con la lluvia sobre el eco de tus tacones sobre la escalera.
Preguntarse cómo es posible que hayamos dejado entrar en nuestra casa a una mujer desconocida en una noche en la que no había ni rastros de lluvia.
Recordar cuando éramos ese jabalí arrastrando un caballo muerto.
Recordar que Ulises partió de regreso a Ítaca después de la guerra
y llegar, inevitablemente, a la conclusión de que uno de los significados de la palabra limbo es frontera.
Verse a uno mismo cerrando la puerta de una casa, de una penumbra.
Verse a uno mismo hablando a solas con el recuerdo de una mujer que solía hablar en voz alta consigo misma.
El eco de tus tacones sobre la escalera.
Verse a una misma abriendo una ventana. Ese umbral. La inevitabilidad de ese destino.
Ver el vuelo cadencioso de una parvada de pelícanos al final del atardecer.
El eco de tus tacones sobre la escalera.
Perderse para recordar, unos treinta años después, el momento de la pérdida.
La tinta: endeble: desapareciendo. El paisaje que se va.
Sí, en efecto, uno puede retroceder. Pero retroceder no sirve de nada.

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